Hace muchos años que Mario Molina (ingeniero químico y Premio Nobel de Química 1995) predica que, a estas alturas del juego, ya no podemos generar más crecimiento económico sin aplicar prácticas sustentables en los negocios: “Al no cuidar los recursos naturales, el desarrollo económico se limita. Lo que es un mito es que debamos decidir entre desarrollo económico y protección al medio ambiente […]; en realidad, se puede generar un desarrollo económico muy productivo mientras se protege al planeta”.
Por fortuna, México se ha concentrado en impulsar el desarrollo de las energías renovables: actualmente, la generación de este tipo de energía es del 14 %; y de acuerdo con ProMéxico:
Asimismo, la Secretaría de Energía (SENER) planea generar 35 % de la energía nacional a partir de energías limpias, para 2024, destinando una inversión estimada (en los próximos 15 años) de 119 mil 431 millones de dólares.
Gracias a esta clase de iniciativas, el sector energético es el segundo con mayor inversión en México (después de la automotriz): y el país ya es el cuarto productor mundial de electricidad, a partir de energía geotérmica —generada por el calor interno del planeta—, y es uno de los tres países más atractivos para invertir en energías solar y eólica.
El documento Prospectiva de Energías Renovables 2017-2031, compilado por la SENER, presenta información histórica sobre las energías renovables consideradas en la Ley de la Industria Eléctrica (ILE). También su contribución a reconfigurar la matriz energética del país entre 2007 y 2016:
En junio del 2012, México promulgó la Ley General del Cambio Climático, que busca (entre otras metas) consolidar una economía competitiva, de bajas emisiones de carbono, promoviendo el uso de energías renovables. Algunos de los que la ley establece para garantizar que las empresas se sumen a esta nueva economía son las siguientes:
Aunque estas metas han sido bien aceptadas, el Centro Mexicano del Derecho Ambiental (CEMDA) cuestiona su compatibilidad con las propuestas de la Reforma Energética, que privilegia la explotación de combustibles fósiles, aguas profundas e hidrocarburos no convencionales. Por eso, uno de los principales retos de la próxima década será comprobar que los objetivos de la Reforma Energética y de la Ley General del Cambio Climático se complementan, para desarrollar y utilizar energías renovables, así como generar nuevas ventajas competitivas.
Fuentes
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