La construcción no deja de ser una de las industrias más importantes para la economía de cualquier país. Desafortunadamente, también es una de las más contaminantes. Al 2017, consumía 50 % de los recursos naturales, 40 % de la energía y genera 50 % de los restudios en el mundo.
Otras cifras interesantes son las siguientes: cada vivienda necesita más de 2 toneladas de materia prima por cada metro cuadrado que se construye. Y la energía necesaria para crear los materiales de construcción equivale a 1/3 del consumo energético de un hogar medio, durante 50 años.
No es de extrañar que los materiales contaminantes en la construcción generen distintos tipos de impacto en el ambiente. Hormigón, acero, algunas pinturas y barnices; o elementos como radón, uranio, plomo y mercurio. Éstos perjudican al entorno y también son nocivos contra la salud humana, cuando se obtienen, producen, tratan, transportan e instalan.
Por ejemplo, el asbesto (de origen mineral), puede ocasionar dificultades respiratorias. El primer caso de “fibrosis pulmonar por asbesto” se registró en 1906. Hoy es la sustancia industrial más relacionada con el cáncer de pulmón, y por eso se prohíbe usarlo en países desarrollados desde el año 2000.
Afortunadamente, cada vez se utilizan más materiales de construcción sostenibles para proteger la salud, promover el reciclaje y proteger el medio ambiente. Tal es el caso de los materiales compuestos.
¿Qué son?
Un material compuesto se forma al combinar dos o más componentes, para que las propiedades del material final sean superiores a las de sus elementos por separado. Empezaron como un recurso de la industria aeroespacial, pero ya se utilizan más para construir edificios y obras públicas. Podemos categorizarlos como matriz, refuerzo y estructurales.
Los materiales compuestos de matriz se configuran por geometría. Son flexibles y poco resistentes para transmitir los esfuerzos entre las fibras. Pueden ser metálicos, cerámicos o poliméricos.
Éstos últimos pueden ser de fibra de carbono y de vidrio (con matriz plástica). También son los más usados por la ligereza y buenas propiedades mecánicas. Sustituyen materiales mecánicos donde la relación ‘propiedades-peso’ influye los costos de mantenimiento.
Los materiales de refuerzo pueden tener la forma de hilos, cintas o tenidos. Están hechos con fibras de vidrio, de carbono, de aramida y de boro; cerámicas, metálicas o fibras naturales como sila, cáñamo y lino.
Se componen con fibra, resina, cargas y aditivos (para reducir costos y brindarle otras características especiales al material compuesto).
Los materiales estructurales combinan materiales compuestos y homogéneos. Sus propiedades dependen tanto de los elementos combinados como de la geometría de su diseño.
Las estructuras tipo sándwich se componen de núcleo y tapas. Mejoran las propiedades mecánicas, el aislamiento térmico y acústico, sin aumentar el peso.
Las estructuras monolíticas se forman por telas superpuestas en determinadas orientaciones, para obtener características que soporten grandes cargas estructurales.
Beneficios
Ligereza. Su densidad varía entre 0.03 y 2 Kg/dm3 para facilitar el ensamblaje, transporte y la colocación.
Corrosión. Son muy resistentes contra la corrosión y los agentes ambientales, por lo que pueden usarse en zonas costeras, con poco coste de mantenimiento.
Resistencia mecánica. Pueden soportar mucho peso, para usarse como materiales estructurales.
Moldeo. Pueden diseñarse con cualquier tipo de forma y adaptarse a las necesidades de la construcción.
Limpieza. No les afecta la lluvia porque son hidrofóbicos (repelen el agua); entonces, pueden colocarse en techos, fachadas y ornamentos exteriores.
Por estos beneficios y por su menor nivel de contaminación, los materiales compuestos están revolucionando la industria de la construcción. Consumen menos energía, tienen beneficios superiores a los materiales tradicionales y transforman el sector en uno más sostenible. Mexpo quiere seguir con las buenas nuevas de prácticas sostenibles.
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